
La adolescencia es una etapa de grandes cambios
Más que una cuestión de piel cambia el cuerpo, cambian las emociones y también cambia la piel. Uno de los motivos más frecuentes de consulta dermatológica en esta etapa es el acné. Aunque muchas veces se considera “normal” o pasajero, el acné va mucho más allá de un tema estético.
Como dermatóloga, he acompañado a muchos adolescentes (y a sus padres) que llegan con dudas, inseguridades e incluso frustración. Y es que el acné no solo afecta la piel, también impacta directamente en la autoestima, la confianza y la forma en que los chicos se relacionan con su entorno.
¿Qué es realmente el acné?
El acné es una condición inflamatoria crónica de la piel. Es lo que comúnmente conocemos como espinillas, granos, barros o puntos negros. Puede presentarse de diferentes formas: desde pequeños comedones, hasta pústulas, nódulos dolorosos o incluso quistes que pueden dejar cicatrices. Todo esto puede generar un impacto emocional significativo, sobre todo en adolescentes, una etapa en la que la imagen corporal cobra una importancia particular.
¿Por qué se presenta?
Durante la pubertad, el cuerpo comienza a producir más hormonas androgénicas, que estimulan las glándulas sebáceas de la piel. Esto produce un exceso de sebo que, al combinarse con células muertas, obstruye los poros y genera inflamación. La bacteria Cutibacterium acnes también juega un papel importante en este proceso.
Pero el acné no tiene una única causa. Hay factores genéticos, hormonales, ambientales e incluso emocionales que pueden influir. Por eso cada caso debe ser evaluado de forma individual.
¿Es necesario tratarlo?
Sí. Aunque muchos adolescentes (e incluso adultos jóvenes) creen que el acné “se va solo”, lo cierto es que no tratarlo a tiempo puede dejar cicatrices físicas y emocionales difíciles de reparar. Además, hay diferentes grados de severidad y no todos responden igual al mismo tratamiento. Una evaluación dermatológica temprana puede evitar complicaciones y mejorar significativamente la calidad de vida.
¿Cómo evaluamos su gravedad?
La gravedad del acné no siempre es fácil de medir, ya que puede fluctuar con el tiempo y presentarse de forma diferente en cada persona. Existen diversas escalas que nos ayudan a clasificarlo de forma objetiva en consulta. Estas herramientas son claves para elegir el tratamiento más adecuado y hacer seguimiento a los resultados.
¿Y los tratamientos?
Hoy en día, contamos con muchas opciones efectivas para el tratamiento del acné. Desde productos tópicos, antibióticos orales, tratamientos hormonales, hasta procedimientos en consultorio como limpiezas dermatológicas, peelings o láser. En algunos casos, es necesario combinar terapias. Por eso, la personalización del tratamiento es esencial.